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Las actitudes negativas entre estos grupos son limitadas y están más arraigadas en estereotipos y rumores que en interacciones adversas.

BERKELEY: Existe una suposición común en Estados Unidos de que, donde comunidades negras y latinas viven juntas, sus miembros se sienten confrontados debido a la competencia por el trabajo, la vivienda y la influencia. Pero de acuerdo con los resultados de un estudio de dos años del Inland Empire, no es así como lo ven la mayoría de los residentes negros y latinos de la región.

Por el contrario, una sólida mayoría de personas afroestadounidenses (el 56 por ciento) y latinas (el 54 por ciento) dicen que el otro grupo debería tener mayor influencia política de la que gozan actualmente, y aún más miembros de ambos grupos consideran que su competencia por los recursos es con las personas blancas, no entre ellos. Esto se encuentra entre los descubrimientos de un informe recientemente publicado por el Othering and Belonging Institute (OBI) de la UC Berkeley titulado “Margins in Movement: Toward Belonging in the Inland Empire of Southern California” [Márgenes en movimiento: Hacia la pertenencia en el Inland Empire del sur de California].

El informe sintetiza lecciones importantes de dos años de investigación cualitativa y cuantitativa sobre las opiniones, experiencias y narrativas de diferentes subgrupos demográficos en los condados de Riverside y San Bernardino. Diseñada en colaboración con organizaciones civiles y comunitarias, la investigación buscó las voces y perspectivas de una franja diversa de residentes para obtener una comprensión tridimensional de la gente de la región, en especial de las comunidades de color.

“Lo que escuchamos sobre nosotros es importante y, con demasiada frecuencia en el Inland Empire, quienes están fuera de la región nos dicen que se nos considera una tierra barata, de ideales conservadores, que vivimos a la sombra de los condados costeros o que ni siquiera se nos considera”, dice Sky Allen, directora de programas de Inland Empowerment, una coalición de organizaciones comunitarias enfocada en aumentar la participación cívica entre las comunidades subrepresentadas en la región. “Pero sabemos que el Inland Empire es una región rica y dinámica de comunidades diversas que no se pueden meter en el mismo saco. Nosotros y otros líderes locales estábamos emocionados de asociarnos con los investigadores del OBI a fin de revelar los datos para contar nuestra historia, que es más amplia, y ayudarnos a comprender el potencial completo de la región”, concluyó Allen.

Entre los hallazgos más alentadores están aquellos que muestran que los resentimientos entre grupos de residentes negros y latinos eran menos comunes y también estaban menos enraizados de lo que muchos esperarían. Parte del estudio fue una encuesta regional (n= 1574) que incluyó números estadísticamente confiables de personas que se identifican como hispanas o latinas(xs) y como negras o afroestadounidenses. La encuesta preguntó a los residentes si estaban de acuerdo o en desacuerdo con que los trabajos que se iban a los otros grupos limitaban sus propias oportunidades. Poco más de 1 de cada 3 personas afroestadounidenses dijeron estar de acuerdo en que “mientras más trabajos obtengan los latinos, menos buenos trabajos habrá para personas como yo”, y esta proporción se redujo a sólo el 28 por ciento en los encuestados negros menores de 50 años. Mientras tanto, sólo 1 de cada 9 personas latinas sintió que los trabajos obtenidos por las personas afroestadounidenses significaban menos buenos trabajos para ellas.

En estas y varias otras preguntas, las mujeres negras y latinas eran particularmente propensas a expresar solidaridad (y rechazar resentimiento) hacia el grupo etnoracial de las otras. Porciones aún más grandes de mujeres latinas y negras que de hombres dicen que su propio grupo y el de las otras tienen muy poca influencia política y que los blancos tienen demasiada. Las mujeres latinas también eran aún más proclives que sus contrapartes masculinas a reconocer el papel duradero de las barreras históricas y estructurales para oportunidades a las que se enfrentan las personas afroestadounidenses; y las mujeres negras eran algo menos propensas que los hombres a decir que se ven a sí mismas compitiendo por trabajos con personas latinas o inmigrantes.

Los hallazgos sobre las experiencias de comunidad y pertenencia de los residentes de la región mostraron necesidades de mejora. Se pidió a los encuestados decir con qué frecuencia experimentan un sentido de pertenencia, entendido como la sensación de “estar cómodos, seguros y con voz en las cosas importantes que suceden a su alrededor”, en una serie de entornos diferentes. En general, 1 de cada 4 residentes de la región dijo que usualmente no experimenta este sentido de pertenencia en su propio vecindario y el 37 por cierto usualmente no siente pertenencia en la calle o en lugares públicos. Las experiencias de las mujeres latinas fueron peores con un 46.5 por ciento que expresaron que usualmente no sienten pertenencia en la calle o en lugares públicos. Mientras tanto, los residentes negros entrevistados como parte del estudio frecuentemente informaron que no sienten un sentido de comunidad en sus ciudades y vecindarios, en parte por el estilo de vida y la mentalidad de la lucha por la supervivencia necesaria para llegar a fin de mes en la región.

Donde el estudio encontró que se hablaba de tensiones entre los miembros de las comunidades negra y latina, la mayoría se basaba en suposiciones o rumores y no en experiencias interpersonales negativas. Estas surgieron en grupos focales y entrevistas individuales a través de las cuales el equipo de investigación escuchó expresiones más extensas de las narrativas y puntos de vista de 72 personas. En general, el patrón al hablar de relaciones intergrupales entre personas negras y morenas fue que los residentes tienden a creer que las tensiones entre estos grupos se encuentran “en todas partes”, pero casi siempre sin ejemplos personales. Los participantes negros y latinos del estudio asumieron que existen tensiones basadas en haber escuchado que los miembros del otro grupo tienen opiniones negativas del suyo.

Estos eran “estereotipos sobre estereotipos o prejuicios de prejuicios”, escriben los coautores del informe Joshua Clark y Olivia Araiza del OBI. “Este patrón […] es un estudio de caso sobre cómo las relaciones—en este caso, las tensiones—pueden existir casi por completo en un nivel narrativo”.

Clark añadió que las experiencias positivas de interacción que cruzan las líneas de diferencia pueden hacer que las personas dejen de aceptar las narrativas de tensión intergrupal como una realidad. “Lo que vemos en nuestra investigación son bases sólidas para la solidaridad en términos de empatía mutua por las experiencias del otro grupo. Puede que la gente sea pesimista de que las comunidades negras y latinas puedan unirse como una sola, pero no porque los esfuerzos para construir esos puentes hayan fracasado. De acuerdo con lo que escuchamos, ¡no se han hecho esos esfuerzos! La región necesita instituciones locales confiables que creen oportunidades intencionales y estructuradas para que las personas interactúen y se muevan más allá de los estereotipos y los rumores. Y nuestras fundaciones comunitarias deberían priorizar la inversión en ese tipo de construcción de puentes”.

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